sábado, 8 de junio de 2013

¿QUÉ LE PASÓ AL SOL?

Nos sentimos abandonados, casi huérfanos, por este olvido que venimos sufriendo por parte de nuestro venerado y amado astro rey, por lo menos en esta parte del planeta.
A 9 de junio no hay nada que invite más a la depresión que tener que vestir con los abrigos que hemos venido usando durante todo el invierno y por invierno incluyo a parte del otoño y como no a esta primavera loca y cruel.

Es verdad que muy de vez en cuando el azar nos regala uno o dos días buenos pero que no son suficientes tras ver pasar por la ventana los cielos grises y encapotados que a su vez traen consigo temperaturas bajas, viento, lluvia, algo de granizo -por qué no- y en algunos lugares incluso nieve. Estamos hartos, muy hartos de esta situación tan injusta, con los escaparates llenos de colorines sin salida que presentan la nueva temporada que pronto, como si nada, habrá pasado sin haber logrado el que creía su objetivo: ir dejado paso al buen tiempo. Pobres comerciantes. Pobres de todos nosotros.

Pero, ¿qué le pasó al sol? tan vital él, tan lleno de vitamina E, tan indispensable en nuestra dieta diaria. Por qué nos ignora de esta manera y nos invita a salir huyendo de este territorio que se ha vuelto triste y hostil. Es como en las películas fantásticas en las que sin más, una aldea idílica se ve amenazada por el mal representado en forma de niebla espesa, de frío y de humedad. Aquí el verde predomina pero se está volviendo un verde grisáceo y oscuro cuando uno mira hacia las montañas que nos rodean al igual que el mar cuyo azul se impregna de ese matiz gris tan triste que se está colando y empieza a anidar en nuestros interiores. Lo estamos respirando y una especie de maraña también gris empieza a ser parte nuestra como el alienígena que se adueña de nuestros cuerpos y de nuestra voluntad. 

Tal vez la única esperanza sea practicar alguna danza ritual de esas que se celebran en Mesoamérica y demostrar nuestra fe. Mientras tanto me he vuelto asidua a las páginas que pronostican el tiempo y de momento tengo ya preparadas tres bolsas de ropa para lavar que hacen cola y esperan pacientemente su turno.

sábado, 18 de mayo de 2013

NADA COMO IR A BIARRITZ PARA ROMPER LA DIETA

Pues sí, lo confieso.
Me he pasado la dieta por donde no debía. Y ni siquiera se trataba de una dieta estricta sino simplemente de no comer determinadas cosas, no picotear entre horas y reducir las cantidades.

Lugar: Biarritz
Pretexto: Entregar unos documentos.
Precio del pecado: entre bollería y pastelería fina unos 14 euros.

Desde luego el día acompañaba pero en vez de pasear hacia la playa en plan deportivo y austero me dediqué a "tiendear" un poquito.

Para los que no lo sepan, Biarritz cuenta con unas cuantas pastelerías preciosas todas ellas, con unos escaparates cuidados al detalle que guardan, para mí, cierto parecido con las joyerías. En ellas, los chocolates se han convertido en pequeñas joyas comestibles, sofisticadas, elegantes y efímeras.

Los envoltorios son también muy atractivos, lástima que no se puedan saborear.

Poco antes de llegar a las Galerías Lafayette, donde siempre paso al baño que por cierto cuesta 20 céntimos, entré en una primera chocolatería por la que tan sólo me paseé. El escaparate estaba dedicado a México lindo y querido, decorado hasta con alguna piñata de esas con forma de burrito con papel de colores. Me mantuve firme a pesar de la tentación.

De vuelta por una de las principales calles comerciales paralela al paseo marítimo me paré en seco ante el escaparate de MIREMONT (Maison fondée en 1872); vale la pena entrar simplemente por ver el local que cuanta con un hermoso salón de té de estilo clásico con vistas al mar.
Humildemente me decanté por un croissant, dos chocolatines y un par de cannelés -típicos de Bordeaux- que desde hacía tiempo quería probar. Pero no con cuchara, por favor, que no hay manera de partirlos ya que son bastante duritos en el exterior y borrachitos en el interior.



Salí satisfecha con mi compra aunque con un poco de cargo de conciencia; ni modo.
Y qué rico resulta seguir paseando mientras degustaba el primer pan. Delicioso. Claro que no todo era para mi.

El pecado gordo lo cometí cuando me planté delante del escaparate de HENRIET (Maître chocolatier) y descubrí un pastelito de frambuesas y pistachos. Con el antojo que tenía de frambuesas no pude resistirme.




Pero claro, un sólo pastel me pareció poca cosa y elegí otro cuyas bolitas recuerdan a los profiteroles del "croque en bouche" que significa literalmente "crujir en la boca" y que no había probado nunca.
-Me lo merezco, pensé, sin acordarme ni un momento de la dieta.



La verdad es que terminé un poco empachada después de una orgía tan dulce pero con la firme decisión de iniciar sí o sí un diario de comidas. Llevo ya cuatro días con él y consiste simplemente en anotar en una libretita todo lo que como durante el día dividido en cinco espacios: desayuno, lunch, comida, merienda y cena. Por lo menos a mí me está resultando muy últil visializar lo que voy comiendo durante la jornada; así soy más consciente de si cometo algún exceso. Pero también ayuda a ser más racional con el reparto de los grupos de alimentos sabiendo en cada momento si ya he comido algo del grupo de cereales, de lácteos o cuántas piezas de fruta llevo, por poner un ejemplo.

miércoles, 17 de abril de 2013

TURISMO MORBOSO

He tenido la oportunidad de estar esta Semana Santa en San Vicente de la Sonsierra, pueblecito riojano de lo más pintoresco y que cada año celebra por estas fechas lo que se conoce como "los picaos".
Se trata de una serie de personas que salen en procesión junto con las imágenes religiosas y   se flagelan delante de todos los curiosos que allí nos encontramos aunque guardan su relativo anonimato porque van encapuchados.



Sospecho que lo hacen por tradición, por cuestiones religiosas, tal vez por alguna promesa  o porque simplemente les gusta, aunque nos cueste entenderlo, porque algunos de ellos repiten año tras año.








Lo que no cabe duda es que este ritual atrae a cientos de personas que abarrotan las calles del pueblo y que contribuyen por unas horas a ensalzar este turismo que no deja de tener su pinceladita de morbo. Si se va por estas fechas además podemos comer un bollito preñao que es un pan caliente relleno de chorizo y que si hace mucho frío te devuelve a la vida.

La Semana Santa, independientemente de este tipo de actos, ha ido tomando mucho empuje comercial con los años. Si antes se limitaba a la salida de las procesiones y la visita de iglesias -el resto de los locales y comercios permanecían muchos de ellos cerrados- hoy parece lo contrario. El ambiente de Semana Santa tiñe de morado nazareno las calles, las fachadas de algunas iglesias y comienza el peregrinaje a los bares, restaurantes y cafeterías de la zona que nos antojan con toda una gama de especialidades diseñadas para consumir. Encontramos lo de siempre como las torrijas pero también lo nuevo, por ejemplo las galletas ataviadas con algún traje de cofrade realmente simpáticas.
A todo hay que sacar provecho y más en los tiempos que corren.

Volviendo a este bello pueblo simplemente apuntar que vale la pena visitarlo porque en su parte más alta se levantan un castillo y una iglesia con unas impresionantes vistas de la zona. Además se pueden visitar algunos restos arqueológicos y las construcciones típicas de la zona.



jueves, 14 de febrero de 2013




EROTISMO PURO



JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ S.


En la penumbra lunar, alborotado, se desliza en busca de sexo, no le importa con quién, sólo busca a alguien predispuesto... y de pronto, la atracción es animal, sin preámbulos se unen fundiéndose entre si, retorciéndose lo excita con el roce de su pene; no pierden un segundo, continúan frotando sus cuerpos embarrándose con sus viscosos fluidos corporales en una orgía de sensaciones, penetrándolo durante horas —así es su naturaleza— para luego, poco a poco depositar su esperma y extraer su enorme lanceta.
   Cada uno se retira por su cuenta, el que fungió como macho, sin responsabilidad alguna; el otro, iniciando un proceso de gestación que lo llevará a depositar los huevecillos de donde eclosionarán nuevos babosos.

domingo, 9 de diciembre de 2012

PENSAMIENTOS DECEMBRINOS





Diciembre es un mes que siempre me ha gustado y lo sigue haciendo.
A pesar del frío, la lluvia y la humedad para mí es sencillamente el mes de la Navidad, de los adornos, de poner la casa patas arriba y de compartir buenos ratos con los amigos y la familia.

 ¿O puede que no?
Una de las cosas que más me ilusiona es sacar todos los artilugios navideños. Afortunadamente de un año a otro se me olvida con detalle lo que hay en ese par de cajas maravillosas que reposan el resto del tiempo en el trastero. Abrirlas, por lo menos para mí desde que tengo uso de razón, es pura magia.

 ¿Para otros quizás no?
Hace algunos años, más de los que me gustaría, un amigo que tuve utlizó un término que me sorprendió, el de "compras de pánico" al referirse a los regalos de navidad. Me sonó tan exagerado que me reí pero por algo no se me ha olvidado y de hecho lo escribo -seguramente es algo mucho mas vigente en la actualidad que entonces-.

El acto de conseguir un regalo o mejor dicho, un detalle,  ya sea comprado o no, debería ser algo agradable, meditado y especial que incluso se podría hacer con antelación, sin embrago aparece el pánico. Pánico por comprar y por llegar puntual a una cita que nos marca el calendario como si de un tatuaje se tratase: la cita con Santa, con Olentzero y con los Reyes Magos o con algún otro ser que se me escape. Así que dar este detalle a una persona querida debería ser un acto placentero.

 ¿O es pura obligación?
Preparar los diversos menús de estas fiestas es una tarea que emociona a muchos, sobre todo si se trata de "cocinillas", aunque posteriormente acaben agotados. Centrémonos en la cena de Navidad. Yo llevo ya algunos años votando por un menú alternativo, que se salga de lo típico que suele estar más caro que el resto del año como es el cordero, el besugo o el cochinillo. De los mariscos mejor ni hablar.
Sin embargo mis propuestas de tabla de quesos y patés -que llenan bastante y hay de muchos precios- en vez de langostinos y salmón son tiradas por tierra. Cuando continúo proponiendo un riquísimo pastel de puerro o de calabacín seguido por el solomillo de cerdo acompañado de ciruelas y manzanas ya nadie de la familia me escucha. La tradición es la tradición y pesa más que mi propuesta de menú sencillo y económico.

 ¿O este año será diferente?
Pero aquí no terminan estos pensamientos porque me faltan los regalos... Llevo ya algunas navidades intentando que los Tan Queridos Seres les traigan ese detalle del que hablaba antes a los que son, por ejemplo, menores de 16 años, aunque habría que tener en cuenta la madurez de cada adolecente. Con ello no pretendo traumatizar a nadie. Sin embargo, Los Tan Esperados nos traen regalos a todos - y conste que a mi me encanta el acto de abrirlos- y generalmente no es uno sino varios. Indudablemente, de algunos lo mejor es el envoltorio y probablemente acaben olvidados en un rincón del armario, ocupando un valiosísimo espacio o en el peor de los casos en la basura.

Mi propuesta de que el regalo sea algo entrañable o por lo menos práctico y que no necesariamente tenga que ser comprado, a día de hoy no ha tenido éxito.
Recuerdo que en un momento de desesperación incluso me atreví a presentar a la familia los "vales navideños", no canjeables hasta las rebajas pero obviamente se me tachó de fría e insensible aunque no de estúpida.
Tal vez este año la Crisis nos ayude, mejor dicho, obligue, a cambiar algunos de nuestros hábitos y esperemos que nos haga un poquito más saludables. Tal vez sea el momento de que por fin se tomen en cuenta algunas de mis propuestas de los últimos años.
                  ¡Y que nadie  lo dude: me encanta la Navidad!






Por último una pequeña nota ecológica para recordar a los seguidores de este blog la importancia de separar y reciclar los papeles de regalo y demás envoltorios.