martes, 18 de septiembre de 2012

LOS RUIDOS DEL CAMPO


                                       Por:Xochitl



Hubo una vez una pareja que decidió irse de vacaciones a una casa rural.
Su objetivo principal era el de encontrar la tranquilidad del campo y sus ventajas: hacer senderismo, degustar los platos típicos de la región y sus caldos (si eran tintos reserva pues mejor) y sobre todo recuperar la paz perdida en el descanso nocturno.

Hace un tiempo estos amigos se compraron un piso que les encantó. Con toda la ilusión y el esfuerzo económico que ello supone iniciaron esta nueva andadura que uno espera que sea la adecuada. Cuál fue su sorpresa al descubrir que su descanso se vería duramente afectado por los ruidos tanto internos como externos a la vivienda en cuestión.

Un parque infantil con una serie de terracitas de bares y cafeterías convertirían el verano en una fiesta colectiva. Es lo que tiene la época estival; los niños no van el colegio, se acuestan tarde y los padres mientras tanto se toman unas cañitas para amenizar y disfrutar del buen tiempo. Este problema se podría solucionar con la instalación de un aparato de aire acondicionado, por ejemplo. Sin embargo, el ruido interior es de mucha más difícil solución. Ahí la mala suerte tiene mucho que ver en que te toque en la vivienda de arriba una familia con tres niños pequeños a cada cual más ruidoso. Y es que pasearse a las doce de la noche con patinete por el pasillo puede desquiciar a cualquiera. La mala educación parece que crece como la hiedra en primavera y actividades de este tipo, que se pueden evitar fácilmente, resultan un foco de conflicto entre vecinos.

Por todo esto, por necesidad vital, esta pareja eligió un lugar apartado, idílico, en un pueblecito con encato rodeado por montañas con numerosas rutas para caminar, bonitos restaurantes para comer bien y viñedos para que no faltasen los tintos. Todo estaba perfectamente organizado.

La primera noche se acostaron tarde, cerraron la contraventana de madera y al poco de haber apagado la luz un sonido lastimero les sacó del duerme vela. Era un perro de alguna finca cercana que aullaba ajeno al silencio y a la oscuridad. Para colmo otros perros vecinos le contestaron y así se la pasaron noche tras noche hasta que a mis amigos se les terminaron los días de descanso y tuvieron que volver a su hogar.

viernes, 7 de septiembre de 2012

RAZÓN HUMANITARIA


Por: José Luis Hernández S.

Silencio, ¡silencio!, que hay una historia que contar, todos recordarán el viejo cuento del gato de los pies de trapo... ¡Sí!, ese que terminaba diciendo, “quieres que te lo cuente otra vez” y que daba el pie para repetir cual disco rayado la misma bobera, hasta que, el hastío de los niños le ponía fin al asunto... Pero, ustedes dirán que, ¿qué tiene que ver este tonto relato infantil, con la historia por contar?... Pues les haré notar que, si narramos los sucesos que vive cualquier espécimen humano –salvo contadísimas excepciones, entre las que, seguramente estarán ustedes- escucharemos como se la vive haciendo una sarta de pendejadas que, generalmente lo conducirán a una crisis y en un afán de salvar la situación, con toda rapidez, dará un giro de 180 grados a su vida, sólo que, la inercia, se la girará hasta los 360 grados, dejándolo en el mismo camino donde cometerá un rosario similar de estupideces; únicamente que, aunque nos fastidiemos de escuchar tan trilladas historias, no hay poder humano que pueda ponerle fin y, tan sólo, es el Divino quién podrá sacarlo de su vida de mentecato... Sin embargo, si tomamos en cuenta que desde hace unos doce mil años, siglos mas, siglos menos, el humano ha registrado sus necedades, qué podría contarles que no se hubiese dicho antes... ¡Claro está!, hay una historia que contar, pero como no los quiero aburrir con el cuento de nunca acabar de algún zopenco, mejor aquí la dejamos.