sábado, 18 de mayo de 2013

NADA COMO IR A BIARRITZ PARA ROMPER LA DIETA

Pues sí, lo confieso.
Me he pasado la dieta por donde no debía. Y ni siquiera se trataba de una dieta estricta sino simplemente de no comer determinadas cosas, no picotear entre horas y reducir las cantidades.

Lugar: Biarritz
Pretexto: Entregar unos documentos.
Precio del pecado: entre bollería y pastelería fina unos 14 euros.

Desde luego el día acompañaba pero en vez de pasear hacia la playa en plan deportivo y austero me dediqué a "tiendear" un poquito.

Para los que no lo sepan, Biarritz cuenta con unas cuantas pastelerías preciosas todas ellas, con unos escaparates cuidados al detalle que guardan, para mí, cierto parecido con las joyerías. En ellas, los chocolates se han convertido en pequeñas joyas comestibles, sofisticadas, elegantes y efímeras.

Los envoltorios son también muy atractivos, lástima que no se puedan saborear.

Poco antes de llegar a las Galerías Lafayette, donde siempre paso al baño que por cierto cuesta 20 céntimos, entré en una primera chocolatería por la que tan sólo me paseé. El escaparate estaba dedicado a México lindo y querido, decorado hasta con alguna piñata de esas con forma de burrito con papel de colores. Me mantuve firme a pesar de la tentación.

De vuelta por una de las principales calles comerciales paralela al paseo marítimo me paré en seco ante el escaparate de MIREMONT (Maison fondée en 1872); vale la pena entrar simplemente por ver el local que cuanta con un hermoso salón de té de estilo clásico con vistas al mar.
Humildemente me decanté por un croissant, dos chocolatines y un par de cannelés -típicos de Bordeaux- que desde hacía tiempo quería probar. Pero no con cuchara, por favor, que no hay manera de partirlos ya que son bastante duritos en el exterior y borrachitos en el interior.



Salí satisfecha con mi compra aunque con un poco de cargo de conciencia; ni modo.
Y qué rico resulta seguir paseando mientras degustaba el primer pan. Delicioso. Claro que no todo era para mi.

El pecado gordo lo cometí cuando me planté delante del escaparate de HENRIET (Maître chocolatier) y descubrí un pastelito de frambuesas y pistachos. Con el antojo que tenía de frambuesas no pude resistirme.




Pero claro, un sólo pastel me pareció poca cosa y elegí otro cuyas bolitas recuerdan a los profiteroles del "croque en bouche" que significa literalmente "crujir en la boca" y que no había probado nunca.
-Me lo merezco, pensé, sin acordarme ni un momento de la dieta.



La verdad es que terminé un poco empachada después de una orgía tan dulce pero con la firme decisión de iniciar sí o sí un diario de comidas. Llevo ya cuatro días con él y consiste simplemente en anotar en una libretita todo lo que como durante el día dividido en cinco espacios: desayuno, lunch, comida, merienda y cena. Por lo menos a mí me está resultando muy últil visializar lo que voy comiendo durante la jornada; así soy más consciente de si cometo algún exceso. Pero también ayuda a ser más racional con el reparto de los grupos de alimentos sabiendo en cada momento si ya he comido algo del grupo de cereales, de lácteos o cuántas piezas de fruta llevo, por poner un ejemplo.