jueves, 19 de julio de 2012

¡Ah!, si no fuera por las mujeres...




José Luis Hernández S.



El destino trazado por Urania se cumplió cuando Terpsícore nos puso a danzar al son del pandero de Euterpe; al ridiculizarnos Talía, terminamos trágicamente cuando Melpómene metió su cuchara. Polimnia no pudo recrear con armonía tamaño desorden, por lo que se permitió a Caliope narrar lo escrito por Erato, según observaciones de Clío.

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