lunes, 12 de marzo de 2012

"EL GATO"


José Luis Hernández S.
México
     


     Desde donde se mira con la bruma que precede al olvido, recuerdo mi imagen, la de un tierno lleno de curiosidad asomándose ya sea al agujero de alguna rata del jardín, o sobre la barda, mirando el patio vecino. Cosa curiosa mi precoz coordinación de movimientos, mi increíble flexibilidad; cuan fácil me era subir y bajar sigiloso la barda de un sólo brinco, era casi inagotable; ¡ah!, pero después de la substanciosa comida que devoraba con avidez, ¡que modorra! Ratos en duermevela,  ratos en sueño profundo al calor del sol sobre el verde y fresco pasto, a veces de lado, a veces patas arriba; pero siempre alerta, guiando mi oído al origen del más mínimo murmullo. Y después, el perezoso despertar, el estirar mis extremidades, mi cuerpo, alargado al máximo, separando los huesos; para luego sentir un bienestar indescriptible al volver a su lugar. En ese momento me encontraba lleno de energía, sabiéndome capaz de comerme el mundo a mordidas.

     Cuantas veces  me decía mi madre: Gato, como tal, tu tienes siete vidas, pero por confiado, no te van a durar mucho, te corriges o será patas de cabra quien te va llevar. Y como buen gato, acostumbrado a hacer mi santa voluntad, oído sordo a sus sabios consejos.

     Y ahora, cuando huía veloz sobre una marquesina de los disparos que un incivilizado me hacía desde su ventana, tropecé con un asustado gato, haciéndome perder el equilibrio y caer al suelo con todos los huesos quebrados.

       Dicen que cuando alguien va a morir, pasa por su memoria toda su vida. En mi caso, sólo he podido recordar esos dos momentos, que fueron los dones que me dieron oficio y la sentencia que marcó mi destino.


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