sábado, 28 de enero de 2012

EL MONUMENTO DE ATOCHA



Por: Xochitl






El pasado mes de diciembre me encontraba paseando tranquilamente por Madrid, sin rumbo fijo, en una  mañana soleada y algo fría que requería de un desayuno consistente, no apto para los que están a dieta, como es el café con leche y unos churros.
El caso es que fui a dar a la Estación de Atocha. Como nunca había visitado el monumento que se construyó con motivo de los atentados del 11 de marzo decidí que era un buen momento para hacerlo. 
Con la vista busqué el cilindro de bloques de vidrio que se eleva y que no tiene acceso desde fuera. No es muy alto así que hay que fijarse bien porque puede pasar fácilmente desapercibido dadas las dimensiones de la plaza y los edificios cercanos como la propia estación.




Para visitar el monumento tuve que bajar a la estación. Con la simple orientación, si es que a uno le funciona más o menos bien, es sencillo encontrar la puerta, o mejor dicho, las puertas de entrada porque son dos.
A pesar de encontrarnos en una estación de trenes de cercanía y metro es curioso como este recinto aparece ajeno al bullicio, casi aislado. En ese momento no había nadie por allí, tan sólo una azafata que comentó lo de las puertas y ya. Parece ser que este sistema, parecido al de los bancos, responde en este caso a una cuestión de presión en el interior que aparece delimitado por paredes en tonos oscuros y una zona acristalada, que une visualmente con la estación. Se le llamó "Vacío azul". El único objeto que hay dentro es un banco alargado para poderse sentar.

Entonces me dirijo, como es normal, hacia esa especie de cúpula por donde entra la luz y que sirve de nexo con el exterior. Me sorprendo desagradablemente cuando compruebo en las condiciones en que se encuentra: rota en la parte más alta y el material en el que están impresos los mensajes que se pueden leer, despegándose.





Además de la sensación de frialdad que surge al estar en esta habitación, observar las condiciones en que se encuentra me producen un profundo malestar. No puedo evitar pensar que hubiese sido mejor no hacer nada.
Pero este deterioro no es de ahora sino que lleva ya tiempo y parece ser que nadie está por la labor de arreglarlo. Es lógico ¿no?, cuesta dinero. Entonces,  ¿por qué nos empeñamos en hacer cosas complejas que exigen un mantenimiento costoso y un personal permanente? Y ya es cuestión de gustos pero en temas tan delicados como éste, personalmente prefiero la calidez a la frialdad, creo que es una mejor manera de recordar.

Viene a mi mente la Iglesia St. Paul de Nueva York, muy cercana  la zona cero que se convirtió en un lugar de homenaje, de recuerdo, de oración. La sensación puede ser de pérdida pero no de vacío, al contrario. Te llega al alma y se percibe el calor humano. Lo importante es que allí hubo personas. Cuando la visité en el 2004 escribí sobre lo que vi:

"El ambiente es de recogimiento, de tristeza, de incredulidad y supongo que algo para no olvidar. Es cálido y está lleno de sentimientos. Es muy humano". 

El vacío no creo que se pueda borrar de los corazones de cada uno, sobre todo en el caso de los implicados. El vacío está implícito y es duro, una pedrada, ¿por qué recordar a través de él?

Otro caso de espacio de reflexión y para no olvidar que conozco es "la habitación del silencio" en Berlín, abierta en 1994 e inspirada en otro recinto similar situado en Naciones Unidas en Nueva York. En primer lugar está al lado de la Puerta de Brandeburgo así que su emplazamiento facilita que la gente la visite y parece ser que son voluntarios los que la mantienen abierta. Es pequeña, sencilla, no se necesita de artificios costosos para ser utilizada, lo que importa es la idea, el pensamiento, la reflexión.

De vuelta al monumento de Atoxa no puedo evitar pensar en los que fueron víctimas del atentado y en los que se vieron implicados directamente. ¿Qué pueden sentir ellos al ver este monumento que se inauguró con bombo y platillo en su día, que su finalidad es la de recordar a los que ya no están y verlo en estas condiciones, independientemente de que nos guste más o menos? Creo que precisamente con este monumento se ha conseguido lo contrario y eso sí que revuelve el estómago. Lo que se ha logrado es homenajear al olvido y a la dejadez. Una verdadera pena que dice mucho de nosotros al permitirlo y cabe una reflexión mucho más profunda en este sentido...



http://berlin-hidden-places.com/regional_en/mitte/mit_stille_en.htm



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