martes, 28 de agosto de 2012

UN FINAL DIGNO


Por: Yudiel Pérez

Proporcional al aumento en la expectativa de vida, crece en nuestra sociedad la población de viejos.
En la actualidad esto es un problema ya sea que se trate de viejos pensionados, activos o millonarios.
Los pensionados (ya sea por las instituciones o por la familia), por la carga económica que representan, especialmente los inválidos; los activos, porque están ocupando en la planta productiva el lugar que le correspondería a un joven y los millonarios, porque están retrasando la entrega de la codiciada herencia.
Es de esperar que en un futuro no suficientemente lejano esta población creciente adquiera categoría de plaga. Es por lo tanto necesario comenzar a pensar seriamente en su exterminio, o al menos, en el control de su población dentro de límites manejables.
Los métodos tradicionales de control de plaga quedan descartados, porque, además de ser burdos y propios de mentes inferiores como las de los nazis,
es de esperar que, si las cosas salen bien, les sean aplicados esos mismos métodos a aquellos que los aplican, por tal motivo, los métodos de control deberán ser sutiles, aunque se sacrifique un tanto de la efectividad.
Al viejo, no le queda más remedio que aceptar la muerte como algo inevitable y no se opondría a acortar el final de esa última etapa de la vida si se hace de una forma emocionante y divertida, o cuando menos, digna.
Un plan de exterminio fino, disfrazado de prestación social, sería bien aceptado por todos, incluyendo los viejos. Por ejemplo, ofertas generosas, difíciles de rechazar aunque se sepa el objetivo, para que la gente mayor practique actividades peligrosas sin arriesgar la vida de otras personas (el automovilismo queda descartado). Pero esto solo sería aplicable en viejos relativamente sanos, por lo cual, paradójicamente, la salud del viejo sería un factor importante para su eliminación.
Lo que absolutamente nadie quiere, es la invalidez. Un inválido, es una carga para la sociedad y para sí mismo y a diferencia del viejo sano, no se puede siquiera pensar en su eliminación sin degradar la calidad humana de la sociedad.
Por tal motivo, es aceptable en una sociedad práctica, pero que no pierde el respeto por si misma, el buscar la muerte del anciano (hay ciertas actitudes de la sociedad que parecen concordar con esa idea), pero evitar su invalidez.
Por tal motivo, la orientación apropiada al servicio de salud para el viejo, debería enfocarse en mantenerlo apto para que pueda practicar deportes peligrosos como alpinismo, ciclismo o excursionismo  y evitar en todo lo posible enfermedades invalidantes, como artritis, glaucoma, derrame cerebral, etc..
Esta actitud para con el viejo no es necesariamente cara y seguramente la iniciativa privada contribuiría gustosa, proporcionando infraestructura y equipo para llevar a cabo tan noble fin y cada infarto o accidente mortal compensaría con creces su inversión.
Sí, eliminar al viejo, pero no con oprobio y descalificación que es como lo hacen en la actualidad tanto las empresas públicas como las privadas, ocasionando en el viejo depresiones que lo conducen a la enfermedad, a la invalidez y en consecuencia a un rechazo mayor por parte de la sociedad; sino con el fomento de actividades que les permitan vivir y morir dignamente y con aceptación.
Tomando en cuenta lo anterior, la sociedad debe proporcionar al viejo salud y diversión para evitarle una larga, degradante y costosa agonía.

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